martes, diciembre 27, 2005

El humo


He maldicho muchas veces el día que comencé a fumar. Sin embargo, el fumeque me ha proporcionado mucho placer. ¿Es real o fingido el placer que el fumar produce?
La verdad es que no lo sé. Lo que sí tengo claro es que no me gusta el mal sabor de boca con el que me levantaba muchas mañanas. Y lo que no soportaba por encima de todo era asfixiarme subiendo unos cuantos escalones.
Hay personas dotadas de unos pulmones privilegiados, con una tolerancia altísima a la nicotina, capaces de morir con un pitillo en los labios sin que les haya ocasionado un dolor añadido en su vida. Mejor para ellas. No es mi caso.
Hay otras personas que tienen un buen autocontrol sobre lo que ingieren. Otras no. Y otras que estamos en medio, en pañales, como aquel anuncio.
Por eso dejé de fumar, a piñón, en agosto. Pero desde entonces me he ventilado alrededor de un paquete de cigarrillos (y algún calamar que otro). Porque no solo es peligroso el placer del tabaco y añadidos, es que los que no somos tajantes en casi ninguna de nuestras opciones ideológicas, tampoco lo somos con nuestros vicios. ¿Y viceversa? me pregunto.
Lo que siempre he tenido claro es que la tolerancia no tiene mucho que ver con el respeto. ¿Qué hacemos con una persona que no respeta el derecho de los demás a vivir sin humo? ¿Qué es más grave, la falta de respeto de una persona a otra o de una industria -eléctrica, térmica o petroquímica- a un pueblo -Alumbres o Huelva digamos?
Lo digo porque parece que el gobierno, en lugar de centrarse en los muchos cánceres sociales (especulación urbanística, contaminaciones varias, etc) que debiera atender, hace dejación de responsabilidades, y se limita a colocar unas tiritas, en la boca de los fumadores, como si del viejo truco de la espita de la olla por la que se libera la presión social existente (¿existente?) se tratara. Porque, me pregunto: ¿existe esa presión social antitabaco o es todo una cortina de humo?

martes, diciembre 20, 2005

Armonías y contrastes



El mundo es armonía y contraste. Y no es mejor ni peor la una que el otro. Imagino que hay quienes prefieren los cuadros armónicos, pintados con colores de semejante longitud de onda, y quienes se pirran por los colores que contrastan, los que pertenecen a longitudes de onda muy diferentes.
Ni qué decir tiene que para mí no existe armonía sin contraste y viceversa. Sí es cierto que con determinadas personas te llevas mejor en armonía que en contraste. Y con otras personas solo contrastando pareceres puedes ver algo de luz. Pero no está escrito en ninguna parte que esto deba de ser así, siempre, por los siglos de los siglos...

martes, diciembre 13, 2005

Una certeza bien fresca


Dice Javier Ortiz, en sus apuntes de hoy (Divagando en la madrugada), estar de acuerdo con Bob Dylan en que (copio literalmente): "Que nadie va a ninguna parte. Que el destino no existe. Que sólo existe el recorrido." Y estoy de acuerdo. Pero digo más. En ese recorrido que es la vida, lo que te sucede cuando quieres hacer otras cosas, somos solo un eslabón de una cadena infinita.
Así, como si del ADN se tratara, todas las personas estamos hechas del mismo material (bases nitrogenadas). Todas somos eslabones y transitamos una órbita elíptica del nacer al morir. Aunque algunas seamos más conscientes de ello, durante el tiempo que tenemos.
Por eso digo que la vida no es solo el recorrido. La vida también son muchas certezas.

viernes, diciembre 02, 2005

Mi música preferida

Imagino que tanto quien se dedica a la elaboración de instrumentos musicales, como quien disfruta en la mera contemplación de una obra musical forman parte de este arte. Pero me interesa más el punto de vista del "artesano" musical (que me considero, sin soberbia ni modestia). El que se pone a hacer música con sus manos por el mero interés de disfrutar con la catarsis que la música le proporciona, independientemente de la calidad de su arte (o de su auditorio).
La música, como creación propia, como arte, es un modo de hablarte a ti mismo: elaboras un ritmo, un compás, una melodía, una canción, por una mezcla de conocimientos previos y sensaciones espontáneas. Las tragas y regurgitas (o las ¡inspiras! y expiras que queda más fino) hasta que su sabor te convence un poco. O al menos hasta que no se te atraganta. Y entonces buscas otra cosa a la que hincarle el diente.
Cuando ese proceso lo elaboras al compás de otras personas, amigos normalmente (es lo mejor), entonces el sentimiento de trascendencia aparece. Ya no somos solo dos (en el caso de que fuéramos solo dos los instrumentistas: ¡snif!). Entonces aparece lo que en el mundo del flamenco llaman "duende". Palabra que a mi nunca me ha gustado, pero que entiendo a qué se refieren porque no hay nadie que disfrute con la música que no lo haya experimentado alguna vez. La diferencia es que los artesanos de la música "parimos" duendes de vez en cuando. Los demás, eruditos o aficionados, os teneis que conformar ser simples espectadores (más o menos bailongos, según).
Por eso no me cansaré de animar a los que me rodean a que al menos, como las muchachas de la foto, toquen palmas.